Del   DECORO   al   RESPETO SOCIAL

 “Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala”.

Don Quijote de la Mancha

La comunicación y la convivencia son el propósito de las habilidades sociales por las que todos los seres humanos nos interesamos como medio y fin para mejorar las relaciones que mantenemos con familiares, amigos, vecinos, conocidos, desconocidos, compañeros, colegas, jefes…

La costumbre y los gustos generales de los miembros de una comunidad han propiciado el establecimiento de normas o recomendaciones sobre las conductas apropiadas. Comportarnos en sintonía con el entorno en el que nos encontramos en cada momento, sitio y ocasión sin dejar de mostrar (o manifestar) nuestra personalidad es el objetivo que persigue el tan popular pero a veces malinterpretado “Saber estar” que floreció con la práctica de los buenos modales.

Los códigos sociales de conducta han experimentado profundas variaciones a través de las distintas épocas. Hasta el siglo XVI, todos los textos relativos al civismo, sociabilidad o urbanidad distinguían tres categorías claramente diferenciadas: tratados de cortesía, reglas de moral común y artes amatorias o de placer, reducidos con el tiempo a dos: manuales de civilidad y libros sobre las artes del cortesano. Los primeros se paran en las reglas de urbanidad y en los buenos comportamientos. Los escritos cortesanos ponen su acento en la ambición y el deseo de mejora social y la reputación como medio para conseguirla.

Avanzado el siglo XVIII surge un nuevo género a medio camino entre los manuales de civilidad y las artes del cortesano: Reglas del decoro y de la civilidad cristiana, escrito por Juan Bautista de La Salle que viene a ocupar el lugar dejado poco antes por las normas de civilidad o los manuales del perfecto aristócrata.

En los siglos XIX y XX la urbanidad retoma un importante papel en la cimentación de una sociedad liberal, que evoluciona al ritmo de las variaciones principalmente sociales y políticas, y el papel que ocupan en la misma la mujer y el hombre. Se pretende un modelo de personas respetuosas, disciplinadas, trabajadoras, responsables, de trato agradable y transmisores de estos valores a sus hijos. Reforzar el sentimiento de patria y la sensibilidad social son las principales innovaciones que incluyen los manuales de urbanidad de este período.

En su adecuación a la compleja sociedad del siglo XXI, las normas de urbanidad se han sometido a un proceso de renovación, modernización y adaptación a los tiempos actuales: expansión de la sociabilidad y éxito de  la convivencia. La naturalidad, la sencillez, la amabilidad, el respeto, la tolerancia, la cordialidad y el sentido del humor ocupan un puesto privilegiado.

Desconocer cuestiones básicas de protocolo social puede colocar a los protagonistas de las distintas situaciones en una posición incómoda al desconocer qué hacer. Todo es más agradable y fácil si sabes cómo comportarte.

Vivimos en una sociedad en la que todo vale; cada persona pelea por sus intereses sin importarle las consecuencias sobre otros seres humanos. La educación

 

social vive en la actualidad un desmerecido período de descalificación y descuidamos el trato con nuestros semejantes con los que nos relacionamos a diario.

En la actualidad, la formación académica e incluso la experiencia profesional forma parte del currículum de millones de personas y, aún así, con ese historial curtido a base de esfuerzo y dedicación, no encuentran el necesario puesto de trabajo. ¿Qué características diferencian a estos profesionales que ofrecen un currículo similar? Sin lugar a dudas, un factor a considerar es el saber estar. De qué valen todos tus conocimientos y experiencias si no sabes comportarte correctamente en tus relaciones sociales y profesionales.

La coexistencia, o entendimiento social, demanda unas pautas de comportamiento y relación.

… El que cifra su placer en herir y aborrecer, no es estimado jamás.
Quien no quiere a los demás, no puede hacerse querer

Jose Rosas Moreno (Nuevo Manual de Urbanidad y Buenas Maneras, escrito en verso para la infancia. 1880)

¿Qué podemos hacer para recuperar el saber estar?

Practicar la sonrisa para todo el mundo es fundamental en el desarrollo diario social, es portadora de alegría, aceptación, optimismo e interacción. La poseemos en cantidades ilimitadas, es un recurso inagotable que obtenemos de balde.

Ofrecer con derroche las palabras mágicas (perdón, por favor y gracias), sin contraindicaciones posibles y portadoras de tantas alegrías, satisfacciones y buen hacer.

Ceder el paso, especialmente en el transporte urbano, a personas mayores o con discapacidades permanentes o transitorias, mujeres embarazadas y progenitores que carguen con sus hijos es una sana costumbre poca practicada por los adolescentes de nuestro país al igual que dejar salir antes de entrar en cualquier establecimiento o local.

Ser tolerante; dedicar una sonrisa, una mirada de aprobación u ofrecer la mano en caso de necesidad; respetar otras culturas, tradiciones o credos; saber escuchar; descartar de nuestra expresión verbal o gestual palabras o ademanes soeces; aceptar otras opiniones, costumbres o ideas; luchar por la integración de personas con discapacidades; tratar de forma justa a los demás meditando las consecuencias de nuestras acciones; interesarse por las personas de nuestro entorno; trabajar la actitud positiva; no alardear de méritos personales; potenciar el raciocinio; reflexionar antes de actuar; practicar la puntualidad; tratar con esmero a los animales, proteger las plantas y respetar el medio ambiente son sencillas pautas que imprimen un valor añadido a nuestro currículum personal y profesional.

 

Fuentes:   lasalle.edu.mx/wp-content/uploads/2011/08/iv.-Reglas-de-cortesia-y-urbanida.pdf

www.marcastro.es/story/saber-ser-saber-estar-saber-hacer

www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/2239.htm